A
menudo cuando la cosas nos salen mal tratamos de encontrar culpables y en el
peor de los casos nos auto culpamos, y digo en el peor de los casos por que es
peor sentirnos culpables y cargar constantemente con sentimientos de culpa,
pero también se está mejor culpando a otro infortunado, lanzando diatribas
mentalmente hacia este para así poder mitigar nuestro malestar o inutilidad
para vivir, en fin. Lo que no nos damos cuenta es de por qué vivimos así, que
es lo que nos lleva a una infinita montaña rusa de cuestas y pendientes (nadie
lo puede negar, hasta un momento intrascendente con algún desconocido en la
calle nos puede acarrear un mal día) pues lo que nos conduce y repercute
siempre en las personas, es el mismo circulo vicioso voraz, veloz, compulsivo y
enfermizo de la vida occidental. Todos circulan apelotonados en los paraderos,
si el bus arranca o el tren va a cerrar las puertas, la gente corre como en la
carrera de su vida, para llegar al trabajo y estar ahí unas ocho horas, dentro
del trabajo otra lucha con personas tan vehementes como tú o como yo, los mismo
sucede en las autovías, el nivel de estrés se eleva camino al trabajo,
improperios en el volante, todos creen conducir correctamente y todos creen
tener la razón. Ya dentro del trabajo si no se está trabajando pensamos como
encontrar un trabajo, y cuando lo encontramos, solo miramos el reloj para
irnos, aunque hay de aquellos que por el contrario solo viven para trabajar, en
definitiva un inconformismo constante, mucho frio, mucho calor, demasiada
gente, no hay gente, muy grande, muy pequeño, muy listo, muy tonto… Es la vida
de ciudad lo que succiona nuestras vidas, sí señor, muchos dirán que son
felices en la metrópoli, que viven bien que no se pueden quejar, que si
vivieran en el campo o en cualquier lugar que no sea la ciudad se morirían, se
aburrirían, mejor dicho se morirían de aburrimiento, yo señalaría más bien que
me han acostumbrado a vivir en ella, no lo escogí pero soy consciente que no
nos hace felices vivir en un mundo compulsivo en todos los sentidos,
principalmente en el consumismo salvaje, ya no podemos vivir sin tecnología,
dejarnos el móvil en casa, salir con los bolsillos vacios, dejar el coche,
mirar las estrellas, aquellas nubes con formas extrañas que de niño le dabas
forma. Nuestro sufrimiento por no tener algo estimula el comercio, todo es
temporal y todo se compra, está comprobado que la imagen o la visión crea un
pensamiento y la publicidad está basada en eso. Recuerda el spot publicitario
de un whisky que te gusta; estas en casa sábado ocho de la noche, tumbado en el
sofá, vez a la rubia en la tv, dentro de un bar todos guapos mujeres y hombres,
una canción adecuada, palabras sugerentes y gestos estudiados más de veinte
veces por los creativos, todo se conjuga en un ambiente deputamadre, acaban los
treinta segundos de la publicidad y dices; ¿qué coño hago en casa?, si no
sales, vas a la tienda a por una botella de lo que encuentres. O lo que sucede
también, es que necesitas un producto pero cuando lo adquieres, ya necesitas
otro algunos le llaman a eso la depresión postcompra. Por eso resulta
imprescindible fomentar la envidia, la insaciabilidad, dolor, son algunas armas
de la publicidad que penetra en nuestro hemisferio derecho. Todo está fríamente
calculado, la estrategia de marketing, la segmentación, el orden de los
productos en el supermercado, la hora de pautear para que llegue todo a ti.
Por
eso que digo que todo forma parte de todo, trabajamos para comprar por qué no
nos queda de otra, tenemos que comer, pero la insatisfacción de no tener otras
cosas, hace que trabajemos para eso y centremos nuestra felicidad en el dinero,
como los corredores de bolsa que se matan si sus cuentas se desploman.
Entonces
es cuando hablamos de la FIB (felicidad interior bruta) propia de BHUTAN, aquel
lugar del mundo que basa sus principios en su cultura y en la calidad de vida
de sus habitantes, y calidad de vida no hablamos de tener ascensor como
nosotros, microondas, tv, internet, agua caliente, artefactos y ropa de marca,
no. El rey de Jigme Singye Wangchuck, comenzó a fomentar esta idea y creó una
comisión para fomentar la felicidad bruta del país (concepto contrario al
Producto interior bruto PBI), realizando encuestas tipo censo casa por casa, de
esta manera tener un idea de cuan satisfechos están sus habitantes. Digamos que
no puede haber un modo exacto de cuantificar la felicidad de un país, porque
serian muchos factores a tomar en cuenta, podría resultar fantasioso para
cualquier habitante de occidente, pero los habitantes de BHUTAN, pasan mucho
tiempo en familia, conversando realizando actividades de campo con agrado,
jugando, cantando libremente rodeados de unos paisajes maravillosos, cultivando
su espíritu con sus meditaciones propias de su cultura, El Rey Jigme Singye
Wangchuck trata de equilibrar las nuevas tecnologías de occidente con sus
costumbres ancestrales, pero la llegada de imágenes de occidente trajo también
los problemas propios de la ciudad, pese a esto se trata de mantener el
equilibrio espiritual, y lo principal no basar la felicidad en el dinero o en
lo material. Acabar con los sentimientos malos, envidia, celos, enfado, ¿has
pensado con qué frecuencia sientes eso? Cultivar el interior, dominar tu mente
y lograr una proporción entre lo material y lo espiritual, utilizar
adecuadamente las herramientas que la tecnología nos da. En lo personal, me
hace feliz saber que entre la China y la India, esta Bhutan, este país
maravilloso liderado por un rey que está volcado en la felicidad de su pueblo
pero sobre todo en cultivar el espíritu de su gente. Contrario a lo que sucede
en casi todo el mundo.